Estoy solo. En las zonas más altas de la montaña no hay nadie, aunque no pienso en ello. Mi mente circula por zonas de mi alma que no conocía. Creo que es por esto por lo que siempre queremos volver a estas cotas inhumanas.

(Iñaki Ochoa de Olza)

lunes, 31 de enero de 2011

LA CABAÑA DEL TURMO


Frenados nuestros primeros e impetuosos impulsos para ascender a los ibones de Batiselles, debido a las adversas condiciones meteorológicas anunciadas ya, en días anteriores, recortamos drásticamente nuestra excursión. Quedando la aventura de fin de semana en un fácil y sencillo paseo hasta el Refugio de Estós, donde cenaremos, pernoctaremos y desayunaremos para a continuación, volver a bajar por donde hemos venido.
Así, con ésta idea madurada delante de un roscón de San Valero en la cafetería Ciria de Benásque, fue como marchamos Maite, Silvia (la interina, que después de ésta excursión ha conseguido su plaza fija, aunque de momento cubre la vacante de sherpa, hasta que haga puntos) y yo hacia nuestro objetivo.
La nevada superó con creces lo esperado y el coche hubo que dejarlo más abajo de lo deseado. Alguien más madrugador había comenzado a abrir huella, con lo que nos pusimos muy contentas de no tener que hacer el esfuerzo de abrirnos paso en la nieve. Pero nuestro gozo quedó en un pozo cuando, un poco más adelante del desvío hacia Batiselles, las huellas de raquetas desaparecieron. Obviamente, se habían dado la vuelta ante semejante nevada. Como todavía nos quedaban horas de luz, decidimos seguir adelante, a pesar de conocer el esfuerzo que ello llevaba. La cosa marchó relativamente bien hasta unos 5 minutos antes de llegar a la Cabaña del Turmo (Si, la misma de los Celtas Cortos) momento en que la nieve comenzó a tragarnos. En condiciones razonables, quedaban unos 35 o 40 minutos hasta el Refugio de Estós, pero en esas condiciones, probablemente nos llevaría un par de horas y sólo nos quedaban hora y media de sol, sin contar el esfuerzo que ello supondría. Así que, convocamos asamblea extraordinaria para tomar decisiones al respecto. Por unanimidad se decidió pernoctar en la Cabaña del Turmo. (.........) La mañana siguiente ya no podía ser más bonita. Ver como amanecía el sol por detrás de las montañas haciendo brillar la nieve nos hizo olvidar las penas de lo que podía haber sido dormir caliente en Estós y no fue. Y nuestra aventura terminó volviendo por donde habíamos venido, literalmente. Los detalles de la pernocta, imagino que los contará Maite, que tiene más gracia que yo. Y supongo que también lo documentará pues tiene por buena costumbre hacerlo.