"Gabardón tenía dos hijas, orgullo de su vejez: Gabarda y Gabardiella. Los tres vivían felices en su palacio de cristal, asomados a la vitalidad del Valle del Ara y de la Guarguera. Allá abajo los pueblecicos parecían rebaños de corderos pastando por sus prados. Más lejos, los picos del Pirineo se asomaban al mismo espectáculo y las nubes blanquísimas eran como pañuelos que se agitaban saludándolos desde la lejanía. El mundo estaba bien hecho.
Gabarda, la hija mayor, soñaba con correr mundo y conocer los horizontes infinitos de la tierra baja en donde ninguna montaña se interpone a la vista hasta donde alcanza la mirada. Y a esas llanuras de los Monegros quiso marchar y allá fue con la bendición de su padre. Allí se casó y allí vive feliz en el campo de Grañén. Preside los inmensos trigales, verdes en primavera, amarillos en verano, salpicados de amapolas.
Gabardiella, la pequeña y revoltosa Gabardiella, había salido a su padre. Amaba los riscos y las breñas de la montaña, las cascadas de los ríos que se despeñan desde lo alto, las nieves eternas, los ibones y lagos, los bosques impenetrables, las praderías simpre de color esmeralda. Sí, era montañesa: había salido a su padre.
Un día conoció al altanero y gallardo Gratal y se enamoró locamente de él. Las boiras de la mañana eran sus mensajes encendidos que corrian a engarcharse entre las rocas de su cima. Gabardiella se pasaba los días y las noches suspirando. Tanto, que Gabardón tuvo que notarlo:
- ¿Qué te pasa, mi pequeña Gabardiella?
Ella, ligeramente ruborosa y entrecortada lanzó un profundo suspiro y confesó:
- Suspiro por un pico maravilloso.
- Algo de eso estaba yo imaginando. Y es natural, hija mía, ya no eres una niña. ¿Y quién es ese feliz caballero que merece tus suspiros?
- Míralo, papá: allí enfrente está; es Gratal, el más hermoso monte de la Sierra.
- ¿Has dicho Gratal? ¡Si es el más pobretón de todos los picos que se conocen! Todo él es maleza, carrascales, pedruscones y algún pino escuchimizado: esos son sus tesoros. No tiene bosques, no tiene flores, ni siquiera tiene pueblos.
- Me gusta tal y como es y lo quiero.
- No, Olvídate de él. Encontraremos otros muchos con mejor fortuna y que valen más la pena. Nunca consentiré en ese amor tuyo tan loco.
Y nada pudo vencer la testarudez de Gabardón. Ni siquiera le conmovió la languidez de su hija que nunca ya volvió a asomarse a la Guarguera ni al reidor valle del Ara y menos aún a los remotos montes que seguian agitando sus pañuelos en la lejanía..."
EN BREVE MAS...
Claro, pobrecita...dónde esté uno altanero y gallardo que se quiten los tresmiles. Yo la entiendo...Ya hablaremos tú yo con el Gratal ese, cara a cara.
ResponderEliminarPues espera, que todavía no sabes lo peor. No te digo más por que a mi no me gusta hablar...pero te voy a decir una cosica, maña! Pues que la debieron liar parda. Espera que esto trae cola. El día que subamos por ahí ya le daremos a cada uno lo que le corresponde.
ResponderEliminarY otra cosa más te voy a decir...Dios no quiera que Eloy se entere de esto.
Estoy intrigado...
ResponderEliminarSalu2.
Mañana mismo cuelgo el desenlace.
ResponderEliminarUn abracico y que sueñes con los angelicos.